AMJ ABOGADOS

Antes de la crisis, en cualquier desvinculación el elemento estrella era el importe económico que se iba a abonar/recibir en concepto indemnizatorio. La caída constante de empresas, pequeñas y grandes, ha sensibilizado a las partes en la forma de pago, en especial en garantizar el cobro del importe acordado. Los talones de empresa, los pagos diferidos, etc. tienen poco valor si luego no pueden cobrarse.

Hace pocas semanas estaba negociando una desvinculación de un empleado de una pequeña empresa perteneciente a un gran grupo empresarial. Resulta que ese “monstruo” (pues era el mayor empleador de la comarca) empezó a dar signos de agotamiento financiero en los años 2010 y 2011, hasta el punto que acabó cerrando algún negocio y vendiendo otros. La incertidumbre en el cobro ha provocado que el acuerdo, aun cuando teníamos pactado el importe indemnizatorio compensatorio, no se cerrase. El trabajador no aceptó ninguna de las garantías de cobro ofrecidas (el pago era diferido) y la empresa no fue capaz de ofrecer una garantía bancaria. De manera que el asunto no se llegó a cerrar de manera amistosa.

Los actores en cualquier negociación debemos tener en cuenta que hay una mayor sensibilización, en muchos casos infundada, respecto a las garantías de cobro. De manera que lo curioso es que si hace años el importe era lo trascendente en cualquier negociación, en estos últimos ejercicios ha cobrado importancia la forma de pago.